Descripción
Dice Giacomo Casanova en el relato autobiográfico que abre esta antología que «los filósofos de la corte» requieren que «reine el honor y que el honor sea modelado por el código militar»; puede uno, desde luego, elegir ser «un buen cristiano y un gran filósofo» pero si lo hace debe saber que no por ello dejará de ser «deshonrado, y vilipendiado, y quizá expulsado de la corte, o excluido de las nobles asambleas con mayor oprobio». El código militar, la etiqueta cortesana, las exigencias de nobleza están en el origen histórico de los duelos y perviven aun cuando los contendientes sean civiles, convencidos de cierto idealismo o directamente pobres hombres… Marta Salís ha reunido en El duelo de honor veintidós relatos que, desde la corte de Varsovia hasta un remoto rincón en las costas de Groenlandia, ilustran este peculiar recurso para resolver deudas y ofensas entre hombres amparados en una civilización que parece resolver, de este modo, su propia deuda con la brutalidad. El duelo puede tomar la forma de un juicio de Dios (Kleist), de una advertencia romántica (Pushkin), de un error fatal (Merimée, Dumas), de un extrañísimo despertar moral (Chéjov), de una persecución kafkiana (Conrad); puede incriminar a valientes y a pusilánimes (Maupassant, Nabókov), y dejar a los testigos y padrinos con dolorosos deberes (Teleshov, Schnitzler); o puede, sencillamente, simularse (Lapham) e incluso no celebrarse (Dickens, Crane, Twain). Exaltado o parodiado, sujeto a sofisticadas normas o a ninguna, condenado al absurdo o a misteriosas revelaciones (Borges), el duelo ejemplifica a la perfección el funcionamiento, y el fabuloso teatro, de la violencia masculina. De la sorna caballeresca del almirante Marryat a la oscuridad casi erótica de Vargas Llosa, los temas de esta antología siguen vigentes.