Descripción
El éxito en 1837 de Estampas de señoritas de Edward Caswall, un oscuro humorista que escribía con seudónimo, empujó a Charles Dickens a publicar una réplica anónima, Estampas de caballeretes (1838), dedicada a «las señoritas del Reino Unido». En ella acusaba amablemente a Caswall de cierta misoginia y se disponía a ampliar el repertorio al género masculino: así, a «La señorita romántica», «La señorita misteriosa» o «La señorita frugal», se añadían ahora, entre otros, «El caballerete facineroso», «El caballerete sumamente simpático» o «El caballerete criticón». En 1840, justo el día de la boda de la reina Victoria (16 de febrero), Dickens continuó el ciclo con Estampas de parejitas, preocupado por el peligro de «superpoblación» que podría acarrear el ejemplo del matrimonio real. En conjunto, estas tres series de estampas componen un sensacional cuadro satírico de la juventud victoriana, en el que brillan el ingenio, la capacidad para crear personajes únicos y memorables, el estilo vibrante y torrencial, y esa variedad de registros –de lo cómico a lo patético, de la fascinación al horror– que Dickens siempre supo practicar con astucia y acierto… y a veces tan rápidamente, de una línea a otra.